
Adolfina era alta y delgadita, nada parecida a su madre, que era rechoncha y bajita.
Adolfina tenía un hermano de seis años que siempre estaba jugando a faraones o a emperadores. Su sueño era ser actor profesional de ficcion, se llamaba César. Él y Adolfina tenían los mismos miedos: a los vampiros, a los matones, a los terremotos y a los espectros. Sus animales favoritos eran los antílopes y los camaleones.
Un día Adolfina se fue al mercadillo; cuando llegó se puso a ojear los puestos, había de todo: pulseras de cobre y de bronce en un puesto , en el de al lado vio unas zapatillas rojas preciosas y Adolfina fue directamente a por ellas. Cuando fue a pagar, la ancianita del puesto le susurro al oido:

De camino a casa Adolfina no paraba de darle vueltas a aquello que había dicho la ancianita, sin saber que la señora tenía razón.
Mientras estaba en el bus de vuelta a casa, salieron, de la bolsa que llevaba, las zapatillas que había comprado y empezaron a hablar entre sí, no callaban. Más tarde Adolfina empezó también a hablar con ellas hasta que se hicieron amigas; tras haber cogido confianza comentaron sobre donde querían ir. Querían ir a la Patgonia, a Uruguay para comer mucho aguacate, a Transilvania, a Groenlandia para probar la experiencia de dormir en un gélido iglú, o a caminar sobre los escombros de Roma.
Trece años después los sueños de César, Adolfina y las zapatillas se cumplieron: mientras César estaba grabando en Holywood, Adolfina podia estar en la otra parte del mundo.

Un Consejo:
Si te encuentras un par de zapatillas así, primero les das las gracias por ayudarte a cumplir los sueños y despúes te pones tapones en los oídos, porque no callan. .
¡¡¡¡¡FIN!!!!!
Escrito por Elías